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El proyecto ALICE, liderado por IHCantabria, diseña la hoja de ruta para adaptar el paisaje atlántico al cambio global a través de una gestión inteligente
- Conocer los servicios ecosistémicos de los que nos beneficiamos, medir cómo están cambiando y planificar su gestión junto a los agentes locales son ejes clave para proteger la biodiversidad y asegurar la actividad humana actual.
- ALICE, financiado con 2,25 millones de euros de los Fondos FEDER adscritos al programa Interreg Área Atlántica, cuenta con 11 socios de España, Portugal, Francia, Reino Unido e Irlanda del Norte.
- El congreso final de este proyecto, que concluirá en abril tras tres años y medio de trabajo, se ha celebrado este mes en formato virtual congregando a más de 300 participantes de toda Europa. (puedes verlo de nuevo AQUI)
Son muchos los factores que, de forma simultánea, modelan la realidad que nos rodea. Los cambios en el uso y ocupación del suelo y la evolución del clima son los principales motores de este cambio global, cuya alteración pone en peligro muchos de los servicios que ofrecen los ecosistemas y de los que dependen las sociedades humanas. Estos servicios ecosistémicos pueden catalogarse como servicios de regulación –control de plagas o moderación de eventos meteorológicos extremos–, de aprovisionamiento –proveyéndonos de agua potable, alimento y materias primas– y culturales –obtenidos de las actividades de deporte y ocio que desarrollamos en espacios naturales–. Ante la variación de algunos de los factores que los regulan, como puede ser el aumento de la temperatura terrestre, la contaminación de un río o la tala de un bosque, nuestro entorno se ve obligado a adaptarse.
El proyecto europeo ALICE, liderado por el Instituto de Hidráulica Ambiental de la Universidad de Cantabria, sienta las bases para, una vez entendemos cómo cambia el paisaje y lo que suponen estos cambios para la actividad humana, encontrar soluciones basadas en la naturaleza con las que diseñar paisajes multifuncionales y resilientes.
Estas soluciones comprenden las denominadas “infraestructuras azules y verdes”, constituidas por ecosistemas terrestres, ribereños y acuáticos, en contraposición con las “infraestructuras grises”, basadas en construcciones artificiales. Un ejemplo sería la recuperación de llanuras de inundación en la ribera de un río, frente a la construcción de un dique de hormigón, donde los altos caudales de crecidas podrían inundar sin causar graves daños al tiempo que se aumenta la fertilidad de los prados. Para ser eficientes, dichas estructuras deben ir integradas dentro de una Red de Infraestructura Azul y Verde (RIAV) estratégicamente planificada. Una de las conclusiones de los grupos de trabajo de ALICE ha sido la necesidad de implicar a todos los agentes sociales en esta planificación estratégica: científicos, partes interesadas, sociedad local y responsables políticos.
Tras tres años y medio, ALICE ha generado herramientas técnicas y procedimientos para facilitar la toma de decisiones sobre planificación, gestión y regulación del paisaje tanto a gobiernos locales y regionales como a posibles empresas interesadas (recolectores de mariscos, empresas forestales, agricultores y ganaderos, etc.). Todo este conocimiento se ha integrado en un nuevo sistema de modelado que permite proyectar el potencial efecto de cualquier medida en todas las relaciones que conforman un ecosistema y su entorno social y económico, lo que se denomina “socioecosistema”.
Estos resultados pretenden compartirse en diversos foros internacionales, en busca de iniciativas, públicas o privadas, donde resulte interesante la transferencia y desarrollo de este proyecto del programa Interreg Área Atlántica, cofinanciado con 2,25 millones de euros por los Fondos FEDER y en el que han participado 11 socios de España, Portugal, Francia, Irlanda del Norte y la República de Irlanda. Desde España, en colaboración con el IHCantabria, ha jugado un papel imprescindible el Centro Vasco de Cambio Climático (BC3), quien ha diseñado una aplicación, accesible y de fácil navegación, que integra los 25 modelos desarrollados por el proyecto y los actualiza en tiempo real con los datos disponibles.
El consorcio de ALICE ha seleccionado para su investigación cuatro casos de estudio repartidos en los distintos países, en cada uno de los cuales ha identificado las barreras económicas y sociales que limitan la inversión en RIAVs y ha cuantificado los beneficios que tendría su implementación. Además, ha trabajado la participación multisectorial a través de un innovador proceso participativo que favorece el conocimiento local y la implicación de distintos agentes clave (instituciones, privadas y públicas, ONGs, sociedad civil, etc.), buscando consolidar un apoyo científico, socioeconómico y de política ambiental para la aplicación efectiva de las futuras políticas de la Unión Europea en este ámbito.
ALICE en Cantabria
Aunque algunos de los factores que condicionan hoy en día la evolución del paisaje atlántico en Cantabria son conocidos entre científicos y ciudadanos, ALICE ha supuesto una oportunidad para profundizar y sistematizar su estudio, especialmente en aspectos relacionados con la regulación hidrológica, como inundaciones y erosión del suelo o la calidad del agua, y su relación con los cambios en el paisaje por agricultura y ganadería, abandono del territorio o la ocurrencia de incendios. Las Redes de Infraestructura Azul y Verde, como posible solución a estos problemas cada vez más recurrentes, nunca habían sido objeto de estudio profundo en la región, y mucho menos formaban parte de un diálogo intersectorial de los agentes clave del territorio.
A través del proceso de aprendizaje participativo que se ha llevado a cabo durante todo el proyecto, ilustrado de manera específica en los diferentes talleres celebrados, se ha logrado no solo adoptar un lenguaje común alrededor de las RIAVs, sino también tender un puente entre ciencia y sociedad haciendo partícipes a los distintos actores implicados en la identificación de “puntos calientes” en los que sería recomendable intervenir, así como en el desarrollo de escenarios futuros.
La acogida por parte de estos agentes ha sido muy positiva. Como resultado, se puede afirmar que el proyecto ALICE ha logrado generar un caldo de cultivo propicio, tanto a nivel técnico como social, para el futuro despliegue de redes de infraestructura azul y verde en la región. Un punto de partida muy valioso en un momento en el que la Estrategia Nacional de Infraestructura Verde y de la Conectividad y Restauración Ecológicas, aprobada en 2020 por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, obliga a las comunidades autónomas a desarrollar una Red de Infraestructura Verde a nivel regional en el plazo de dos años. ALICE se ha convertido en el sustento científico ideal para desarrollar esa estrategia con una justificación demostrable y un compromiso real, además de estar totalmente alineado con los objetivos europeos del programa Horizonte Europa, el Grean Deal y el Reto Demográfico.
El congreso final del proyecto Interreg del Área Atlántica, que concluirá en abril tras tres años y medio de trabajo, se ha celebrado el 16 y 17 de marzo en formato virtual congregando a más de 300 participantes de los cinco países participantes para exponer las conclusiones en distintas sesiones: Hacia una gestión inteligente del paisaje: comprender la evolución de los ecosistemas y modelización de los servicios de los ecosistemas; Aprendizaje participativo para la gestión del territorio; y Aplicación de las RIAVs: obstáculos y soluciones en el área atlántica.